November 3, 2025

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Preocupante ola de delincuencia juvenil en República Dominicana

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Preocupante ola de delincuencia juvenil en República Dominicana

El reciente caso de Ángel, alias “El Diablón”, un niño de apenas 13 años señalado por las autoridades como cabecilla de una banda delictiva en Santo Domingo, ha sacudido a la opinión pública y encendido las alarmas sobre una problemática que crece silenciosamente: la participación de menores de edad en el crimen organizado.

Lejos de ser un hecho aislado, esta historia refleja una crisis social más profunda, donde la pobreza, la desintegración familiar y la falta de oportunidades se entrelazan para arrastrar a cientos de adolescentes hacia un camino sin retorno.

La historia de Pedro: cómo un juego infantil se convirtió en una vida delictiva

Delincuencia juvenil

Pedro —nombre ficticio para proteger su identidad— tiene 15 años y accedió a contar cómo pasó de ser un estudiante inquieto a convertirse en el líder de una pequeña banda juvenil en su barrio.

Todo comenzó, dice, “como un relajo entre panas”. Empezó robando pequeños objetos a sus compañeros de escuela, un acto que al principio parecía inofensivo. Pero con el tiempo, esa sensación de adrenalina se convirtió en necesidad, y la necesidad en hábito.

Sin guía ni supervisión, Pedro comenzó a rodearse de jóvenes mayores que le ofrecían dinero y “protección” a cambio de pequeños encargos. Así aprendió el lenguaje, las reglas y los riesgos de la calle. Cuando quiso detenerse, ya era demasiado tarde. “Uno no se da cuenta hasta que ve la pistola de verdad”, confiesa.

La niñez perdida: reflejo de un sistema que falla

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Casos como los de Ángel y Pedro no solo exponen el fracaso del entorno familiar, sino también la debilidad de las instituciones encargadas de proteger y orientar a la niñez vulnerable. En sectores como Villa Faro, Los Guandules o Capotillo, es común ver grupos de adolescentes involucrados en hurtos, microtráfico y violencia callejera.

Sociólogos consultados coinciden en que estos menores no delinquen por maldad, sino por carencia. Buscan dentro de las pandillas lo que no encuentran en sus hogares: respeto, atención y sentido de pertenencia.

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El problema se agrava cuando figuras adultas delictivas los utilizan como “mano de obra fácil”, sabiendo que su edad les garantiza penas más leves o, en algunos casos, impunidad total.

Reflexión: cómo frenar el ciclo de la delincuencia juvenil

La historia de estos jóvenes plantea una pregunta urgente: ¿qué se puede hacer para romper este ciclo?
Expertos proponen una serie de acciones que podrían marcar la diferencia:

  1. Fortalecer los programas de reinserción social y educativa, para ofrecer a los menores una alternativa real al delito.
  2. Implementar políticas públicas más firmes contra el reclutamiento de niños por parte de bandas criminales, con sanciones ejemplares a los adultos involucrados.
  3. Invertir en educación emocional y orientación comunitaria, promoviendo espacios donde los adolescentes puedan sentirse escuchados y valorados.
  4. Reforzar la presencia estatal en los barrios marginados, no solo con policías, sino con oportunidades de empleo, cultura y deporte.

Mientras tanto, el caso de “El Diablón” debe servir de advertencia: cuando un niño se convierte en líder criminal, es porque la sociedad ya perdió la batalla mucho antes.

La delincuencia juvenil no es solo un tema de seguridad, sino un espejo que refleja el abandono social. Y solo cuando el país decida mirar de frente ese espejo, podrá empezar a construir un futuro donde ningún menor encuentre en el crimen su única salida.

fuente: cdn

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